jueves, 2 de diciembre de 2010

La noticia no se puede convertir en espectáculo


El 13 de enero de este año, la versión digital del diario El Mundo, en su edición americana, abría con esta fotografía. Accede aquí a la noticia

Un fuerte terremoto de magnitud 7,3 en la escala de Richter, había sacudido Haití, el país más pobre del continente americano.

Durante varios días, las páginas de todos los diarios, nacionales e internacionales, se cubrieron de imágenes similares a esta. Las piezas de los informativos parecían por momentos reproducciones de un mismo patrón, cuerpos sin vida tendidos sobre el suelo.

Pero, ¿cuál es realmente la finalidad? ¿Es necesario que tengamos que recurrir a estos elementos que nos impactan visualmente para alcanzar la magnitud de lo sucedido?

Hay que incidir en la diferencia lógica que existe entre la información escrita y la televisada, pues, en ésta última es necesario partir de la ineludible “carga emocional” en la presentación de los mensajes, que, en palabras de Martínez Albertos, es el resultado de tres elementos: la importancia de lo visual, el culto a la personalidad y la presentación de la noticia como espectáculo. Y a esto último es a lo que quiero apelar.

Hay imágenes e imágenes. Se puede recurrir a la sensibilidad humana desde numerosas ópticas, pero parece ser, que el morbo se ha “abierto” un hueco en la manera de transmitir los acontecimientos a la sociedad. Niños heridos en primer plano, cadáveres apilados en fosas, heridos...son los recursos que priman, por encima de una conciencia moral. El lenguaje de la emoción y el lenguaje racional no tienen por qué estar reñidos.

Si extendemos esta cuestión a cómo se tratan temas que, en nuestra concepción de seres humanos, son de carácter delicado, nos encontramos con una falta de ética en la mayoría de los casos. Los medios de comunicación nos acercan a muchas realidades cada día, son muchas las vertientes que se tocan, pero siempre se llega a un mismo punto. Un informativo con sucesos tiene más audiencia. En este caso funciona el famoso lema que hemos heredado de los años cuarenta del siglo pasado: “Bad News, Good News” (Las malas noticias son las buenas noticias). Lo son, verdaderamente, para nuestros medios, que venden más, que aglutinan más audiencias.

Durante décadas hemos generado una perversión que nos hace perseguir más consumo, utilizando para ello atractivos más o menos cuestionables, es decir, se sigue recurriendo al sensacionalismo y al amarillismo, a esos factores de interés humano que invitan a que vayamos sumando más y más.

3 comentarios:

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  2. Respecto al sensacionalismo y a la utilización de las imágenes del terremoto en Haití, cabe plantear también que esa conmoción que se provoca en el espectador y que está totalmente alejada de la reflexión es tan efímera, al fin de cuentas, como ésta última. Ya nadie habla de Haití: no se le da espacio para la reflexión ni para la conmoción. Ha quedado en el olvido.

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  3. Que razón tienes Josefina! Como bien dices tú, parece que la situación que siguen viviendo miles de personas allí, ya no es "actualidad".Las pésimas condiciones en las que "malviven" miles de personas no tienen cabida en nuestros poderosos medios de comunicación.Y lo que es peor, el ciudadano tiende a dejarlo en el cajón del olvido también.

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