El hecho de que una imagen contemplada nos estremezca de manera contundente es el punto de partida que nos retrotrae a una controversia existente hace tiempo.
¿Dónde se sitúan los márgenes a los que debe constreñirse una fotografía? El interrogante no resulta fácil de responder; principalmente porque aquí entran en juego determinados factores que se nos escapan de las manos. Cada persona es única, y es esa cualidad humana la que hace imposible que podamos acotar temas como éste; porque pretender hacerlo sería navegar a la deriva y en un barco sin timón.
Muchas son las opiniones vertidas al respecto de si una foto debe ceñirse a lo que establecen ciertos Códigos éticos y deontológicos; lo cierto es que el primer criterio para poder realizar una buena fotografía-extrapólese esto al ejercicio del periodismo en general si se desea-, es conocer lo que debe pretenderse que sea la finalidad de la misma: informar. Y he aquí algunas definiciones que se hacen necesarias en este sentido.
Informar a través de una imagen, de acuerdo con Frédéric Lambert, “es elegir una fotografía que resuma, según el fotógrafo, el suceso al que ha asistido". Por su parte, Garner argumenta que informar “es lo que reduce, por medio de un acto de comunicación, la ignorancia y la incertidumbre en relación con una situación dada. El grado de reducción de incertidumbre determina el tenor de la información”.
En esta línea de incertidumbre, podríamos dirimir que una fotografía donde queda reflejada la crueldad, el dolor y toda una serie de sentimientos(por desgracia casi siempre relacionados con aspectos negativos); no tiene porqué abandonar su posible condición de imagen en la que se manifiesta algo informativamente relevante, para discurrir por unos derroteros cercanos al sensacionalismo. Porque una imagen sensacionalista; puede plasmar también información relevante y hemos de tener en cuenta que el término sensacionalismo alude a la tendencia a producir sensación, emoción o impresión.
Pero claro, volvemos a incurrir en un grave error si afirmamos de manera tajante esto, porque al fin y al cabo, todo depende del cristal con el que se mire. Y cada persona tiene un significado que ha atribuido a esa palabra(sensacionalismo).
Pero es más; ¿qué pasaría si nadie diera cobertura a este tipo de situaciones? Seguramente la fuerte carga (tanto visual como emocional) de la imagen, no lograría muchas de las cosas que ha conseguido. Y es que, aunque sea funesto reconocerlo; en ocasiones son estas imágenes las que pueden hacer recapacitar. Las que sirven como denuncia social y alertan al mundo de que la vida no avanza en países de maravillas. He aquí a modo de ejemplos el caso de Omayra Sánchez, que sirvió para poner de manifiesto la pasividad del gobierno colombiano ante la situación que se produjo antes, durante y después de la erupción del volcán Nevado del Ruiz o, la fotografía que añado en este comentario de hechos que reflejan situaciones que nunca debieran ocurrir.
¿Y si el tratamiento de los medios se llevase a caso solamente a través de la palabras? Asistiríamos aquí a otro frente abierto en torno a eso de que si "una imagen vale más que mil palabras". Pero es en este caso en concreto; cuando las fotografías atraviesan ese muro existente entre la mirada apática del observador para adentrarse en los recovecos de las entrañas; cuando sí que podemos decir que la presencia de la palabra poco tiene que decir. Acaso anotaciones que contextualicen los hechos.
En el otro extremo; el reflejo de estas fotos hiere sensibilidades. La alteridad que podemos tener las diferentes personas implica cierto y justificado rechazo.
Todo esto se aúna a un sentido de frustración ante la supuesta imposibilidad (o no imposibilidad), de auxiliar a las personas que, en ese momento, representan un colectivo más allá del objetivo de la cámara. Y ya no de un modo global; sino también en la propia casuística. No está demás resaltar ese carácter de posibilidad, porque quizás sí podrían realizarse acciones para intentar erradicar estas situaciones; aunque a lo que a escala genérica se refiere, entraríamos en un arduo terreno que roza lo utópico y que, en este momento, no entra al caso analizar.
¿Dónde se sitúan los márgenes a los que debe constreñirse una fotografía? El interrogante no resulta fácil de responder; principalmente porque aquí entran en juego determinados factores que se nos escapan de las manos. Cada persona es única, y es esa cualidad humana la que hace imposible que podamos acotar temas como éste; porque pretender hacerlo sería navegar a la deriva y en un barco sin timón.
Muchas son las opiniones vertidas al respecto de si una foto debe ceñirse a lo que establecen ciertos Códigos éticos y deontológicos; lo cierto es que el primer criterio para poder realizar una buena fotografía-extrapólese esto al ejercicio del periodismo en general si se desea-, es conocer lo que debe pretenderse que sea la finalidad de la misma: informar. Y he aquí algunas definiciones que se hacen necesarias en este sentido.
Informar a través de una imagen, de acuerdo con Frédéric Lambert, “es elegir una fotografía que resuma, según el fotógrafo, el suceso al que ha asistido". Por su parte, Garner argumenta que informar “es lo que reduce, por medio de un acto de comunicación, la ignorancia y la incertidumbre en relación con una situación dada. El grado de reducción de incertidumbre determina el tenor de la información”.
En esta línea de incertidumbre, podríamos dirimir que una fotografía donde queda reflejada la crueldad, el dolor y toda una serie de sentimientos(por desgracia casi siempre relacionados con aspectos negativos); no tiene porqué abandonar su posible condición de imagen en la que se manifiesta algo informativamente relevante, para discurrir por unos derroteros cercanos al sensacionalismo. Porque una imagen sensacionalista; puede plasmar también información relevante y hemos de tener en cuenta que el término sensacionalismo alude a la tendencia a producir sensación, emoción o impresión.
Pero claro, volvemos a incurrir en un grave error si afirmamos de manera tajante esto, porque al fin y al cabo, todo depende del cristal con el que se mire. Y cada persona tiene un significado que ha atribuido a esa palabra(sensacionalismo).
Pero es más; ¿qué pasaría si nadie diera cobertura a este tipo de situaciones? Seguramente la fuerte carga (tanto visual como emocional) de la imagen, no lograría muchas de las cosas que ha conseguido. Y es que, aunque sea funesto reconocerlo; en ocasiones son estas imágenes las que pueden hacer recapacitar. Las que sirven como denuncia social y alertan al mundo de que la vida no avanza en países de maravillas. He aquí a modo de ejemplos el caso de Omayra Sánchez, que sirvió para poner de manifiesto la pasividad del gobierno colombiano ante la situación que se produjo antes, durante y después de la erupción del volcán Nevado del Ruiz o, la fotografía que añado en este comentario de hechos que reflejan situaciones que nunca debieran ocurrir.
¿Y si el tratamiento de los medios se llevase a caso solamente a través de la palabras? Asistiríamos aquí a otro frente abierto en torno a eso de que si "una imagen vale más que mil palabras". Pero es en este caso en concreto; cuando las fotografías atraviesan ese muro existente entre la mirada apática del observador para adentrarse en los recovecos de las entrañas; cuando sí que podemos decir que la presencia de la palabra poco tiene que decir. Acaso anotaciones que contextualicen los hechos.
En el otro extremo; el reflejo de estas fotos hiere sensibilidades. La alteridad que podemos tener las diferentes personas implica cierto y justificado rechazo.
Todo esto se aúna a un sentido de frustración ante la supuesta imposibilidad (o no imposibilidad), de auxiliar a las personas que, en ese momento, representan un colectivo más allá del objetivo de la cámara. Y ya no de un modo global; sino también en la propia casuística. No está demás resaltar ese carácter de posibilidad, porque quizás sí podrían realizarse acciones para intentar erradicar estas situaciones; aunque a lo que a escala genérica se refiere, entraríamos en un arduo terreno que roza lo utópico y que, en este momento, no entra al caso analizar.
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